La vida es más apacible, y el trabajo duro, pero al mismo tiempo abastece de alimentos cultivados por uno mismo o de otros recursos alimentarios que pueden obtenerse por intercambio con los vecinos. Si por un lado la escasez de contactos humanos hace que la gente sea campechana, amiga de la conversación y vaya sin prisas, por otra parte esta menor interacción social puede resultar un tanto monótona y asfixiante.
En relaciones sociales habrá notables diferencias entre una vida en un entorno rural, en casas aisladas o caseríos, y una vida en un pueblo, si bien en ambos estaremos cerca de la naturaleza, y en este sentido tendremos una vida tranquila, relajada que nos permitirá tener un intenso contacto con ella, olvidar el ruido de las ciudades, la sensación de caos, la contaminación y el estrés asociado a la vida urbana.
Vivir sin prisas es otra de las ventajas que nos aporta la vida en el campo, al menos en lo que respecta a decir adiós al ambiente frenético de la ciudad, que no se detiene ni siquiera por la noche. En el campo, el día transcurre con más calma, a su ritmo natural: amaneceres y atardeceres cobrarán su protagonismo, los sonidos de la naturaleza, así como los cielos estrellados o el placer de respirar a pleno pulmón.
A la hora de dormir también habrá paz, un silencio que en la ciudad ni se conoce, por lo que el sueño sea mucho más reparador y, cómo no, si tenemos perro su calidad de vida también mejorará, en especial a la hora de los paseos.